En Zaragoza, tal y como ocurrió también en Pamplona, los pupilos de Julio Velázquez pudieron irse al descanso con el encuentro absolutamente sentenciado, pero no lo hicieron y dieron vida a un rival que esta vez, al menos, permitió sumar un punto. Aunque ese botín resulta insuficiente para las necesidades de un equipo que evoluciona con demasiada lentitud para lo que la competición le demanda.
Porque un triunfo en La Romareda habría significado mucho más que tres puntos. Hubiese sido un auténtico golpe de autoridad que confirmase que el gran ‘gallito’ de la categoría está por fin a la altura de ese apelativo.
Además, teniendo en cuenta que prácticamente todos los equipos de la zona alta habían pinchado, una victoria hubiese situado a los verdiblancos a tres del dúo de cabeza, por lo que al no conseguirlo se ha dejado escapar una oportunidad de oro para hacer que la afición recuperase la confianza en un proyecto que continúa una semana más sin despegar del todo.
Y eso que sobre el césped hubo varias noticias positivas. Como el regreso de la mejor versión de un Adán que fue providencial para salvar el empate, mostrándose atento, seguro y acertadísimo en todo momento.
Algo parecido le sucede a un Bruno que continúa en franca progresión, sin complicarse la vida en cada intervención y efectivo siempre en el corte.
Igualmente, Xavi Torres regresó por la puerta grande, aportando criterio a la medular y firmando una actuación digna de elogio, sobre todo si se tiene en cuenta que llevaba mes y medio sin jugar.
Además, Kadir no paró de encarar a los rivales y ejercer como ‘cerebro’ del equipo; la pena es que no le aguantase el físico, algo que también le sucedió a un Rennella que tras un gran primer tiempo en el que marcó y mandó un balón al poste se perdió en continuos piques con los defensas maños a partir de un pisotón que recibió de Mario.
Aunque también hubo actuaciones para olvidar. Sobre todo, la de un Casado que pagó bien caro que Velázquez le dejase todo el carril izquierdo para él. De hecho, aunque aportó alguna que otra cosilla en ataque (suyo fue el centro al área que Cabrera convirtió en el momentáneo 1-2), atrás fue una auténtica calamidad, llegando siempre tarde y dejando espacios que Eldin y Willian José aprovecharon.
En su descargo también hay que decir que Matilla tampoco se preocupó demasiado de ayudarle. Actuó como falso interior zurdo y esa nueva demarcación sacó a la luz todas sus carencias, ya que se mostró tremendamente lento y sin ideas, convirtiéndose en una rémora para el juego ofensivo.
Por último, también sería de justicia reconocer que se echó de menos a Rubén Castro, que arrastró a los centrales más por el nombre que por sus intervenciones, puesto nunca se le vio en disposición de batir la meta contraria.
Con todo ello, se coció un empate que sirve de poco y que aplaza una semana más ese golpe de autoridad que muchos empiezan a pensar que jamás llegará con Velázquez en el banquillo. De nuevo, se apela a la necesidad de hacer bueno el punto en casa, ganando al Alavés y poniendo en práctica esa media inglesa que, pese a todo, no sirve a este Betis para mirar con optimismo al futuro.
Porque en La Romareda no sólo se perdieron dos puntos, sino una oportunidad de oro para dar un golpe encima de la mesa.
J. Julián Fernández