AscensoLas normas periodísticas clásicas dictan que un texto informativo debe responder necesariamente a cinco preguntas: qué, quién, cuándo, cómo y dónde.

Tras imponerse 5-1 al Lugo, esta semana el Real Betis debería poder terminar de escribir la crónica de su decimosegundo ascenso a la Primera División, ojalá el último. Será un reportaje que reconozca el éxito de un equipo guiado por el esfuerzo y el compromiso. Pero también que recoja la comunión con la afición y las distintas adversidades superadas a lo largo del curso.

Sin embargo, aún quedan incógnitas por resolver para poder completar esa noticia. Vayamos por partes. Varios de los elementos están claros. El qué, lógicamente, será el ascenso, el retorno del Betis a Primera, la categoría a la que pertenece naturalmente la institución y su afición, y que debe recuperar para no volver a perderla nunca más.

El quién corresponde al Real Betis, a su primer equipo, sus técnicos, sus dirigentes y, por supuesto, en primer lugar, a su afición, que sigue esperando que todos los demás elementos se sitúen a la altura de su grandeza, fidelidad y compromiso.

La siguiente clave, el cuándo, es sólo cuestión de tiempo. Santander, este jueves; el Villamarín, el próximo domingo; o incluso en Tenerife, o ante el Sporting de Gijón, en el peor de los casos.

Pero lo que tiene miga son las dos preguntas restantes, dónde y, sobre todo, cómo. La primera de las dos, el dónde, está relacionada con el cuándo. El ascenso podría ocurrir en Santander, en el Villamarín o, lo más lejos, en Tenerife. Pero hay un segundo dónde, subordinado al primero. ¿Bastará con celebrarlo en el estadio o el logro justifica que haya festejo en las calles y visita a las instituciones?

Esta pregunta entronca con el último enigma pendiente de solución, cómo celebrar el ascenso. Es este punto el que ha alimentado el debate entre los aficionados, incluso entre los jugadores, en las últimas semanas. Mientras que Jorge Molina o Cejudo se han pronunciado a favor de hacerlo por todo lo alto, con el sólido argumento de lo mucho que cuesta devolver a un equipo a Primera División tras un descenso; otros como Rubén Castro, Adán o Lolo Reyes entienden que el regreso a la máxima categoría, tras la vergonzosa temporada anterior, tiene más de deuda saldada que de éxito. Igual de repartido ha estado el intercambio de opiniones entre periodistas y béticos de a pie en medios de comunicación, bares, oficinas o redes sociales.

En mi modesta opinión, creo que por supuesto que jugadores y aficionados deberíamos celebrar el ascenso. Era el objetivo único de la temporada y lograrlo será motivo de satisfacción y podemos considerarlo como un éxito deportivo, por más que fuera obligado y debido.

El quid de la cuestión estará, como avanzaba antes, en cómo hacerlo. Mi planteamiento es que se trate de una celebración marcada por la moderación y con un mensaje claro de reconciliación y agradecimiento a la afición.

Tanto si el ascenso se logra en Santander o en Tenerife, como si ocurre en el Villamarín, el festejo debería concentrarse en el estadio; bien al final del partido, bien al regreso del equipo a la ciudad, abriendo las gradas a los aficionados. Sobre el césped de Heliópolis, con música, confeti o lo que proceda, jugadores, técnico y presidente podrían tener la ocasión de dirigirse a la afición, que celebra el ascenso desde las tribunas.

Dadas las circunstancias, personalmente me resultaría fuera de lugar ver al Betis celebrando el ascenso en un autobús descapotable, con un recorrido festivo por la ciudad, con visitas a instituciones civiles o religiosas, como si tratara de un título oficial o de la llegada a la élite de un equipo de pueblo.

Además, también creo que el mensaje que acompañe a los actos de celebración será tan importante como el festejo en sí mismo. Me gustaría oír a técnico, jugadores y dirigentes decir cosas como que, con el ascenso, el club y el equipo saldan la deuda pendiente con los aficionados; que la institución estará eternamente agradecida a la afición por el apoyo mostrado en este año tan complicado, con más abonados que en Primera y con más media de espectadores que la mayoría de equipos de la máxima categoría; o recordando que, aún en Segunda, el Betis ha sido el equipo andaluz con más abonados y con más asistentes en las gradas, por encima de los cuatro que sí han militado en Primera.

Cuando el ascenso sea una realidad, el Real Betis volverá al lugar que le corresponde y del que nunca debió salir por culpa de la mala gestión institucional y deportiva. El club debe garantizar a los béticos que ha aprendido de lo ocurrido y comprometerse a hacer todo lo que esté en su mano por que no vuelva a ocurrir.

También quiero oír un mensaje de optimismo e ilusión para el futuro, un futuro basado en la estabilidad económica, la planificación deportiva y el compromiso de la institución de trabajar para situar al Real Betis donde le corresponde por historia y afición, entre los cinco o seis mejores equipos de España.

Pero deben ser mensajes alejados de la euforia y el triunfalismo, marcados por la modestia y la humildad. Jugadores, técnicos y presidente sólo deben ofrecer trabajo y buenas intenciones. No se pueden asegurar resultados, sólo la voluntad de conseguirlos. Así es como me gustaría que el Real Betis y los béticos celebráramos el ascenso. Así es como me gustaría que, entre todos, lográramos edificar el Betis que nos merecemos. Ojalá.

@danielgilperez
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