Un club acostumbrado a vivir eternamente entre la sima y la cima, alternando la gloria con el infierno sin solución de continuidad y que ahora, justo cuando parecía iniciarse un proyecto ilusionante y profesionalizado, de nuevo se encuentra en el filo de la navaja, con la amenaza del retorno de un tiempo pasado que, en contra de lo que dice la canción, no puede ser ni parecer mejor.
Aunque todo sigue en el aire. Sólo se sabe que el día 1 de agosto Lopera volverá a ser el máximo accionista de la entidad y que el 23 de septiembre, salvo sorpresa mayúscula, el actual consejo de administración dirá adiós. El resto dependerá de cómo se desarrollen los acontecimientos, teniendo al Juzgado de lo Mercantil como principal foco de atención. Ahí, en función de cómo se actúe en relación al 31 por ciento de acciones de Farusa cuyo origen podría ser fraudulento (de dictaminarlo se encargarán los tribunales) se volverá más o menos atrás en el tiempo.
En este sentido, el beticismo ya se ha movilizado, porque no quiere mirar atrás, sino a ese futuro que se había empezado a construir con fichajes ilusionantes (Van der Vaart, Petros, Tarek, Digard, Piccini y Pezzella) y comandado con gente que sabía dominar los tiempos y las palabras en sala de prensa, como Eduardo Macià y Juan Carlos Ollero. Tras muchos años de circo y dirigentes que no se representaban ni a ellos mismos, por fin se había encontrado la luz al final del túnel. Lástima que la Audiencia haya conectado el aspirador para parar este avance.
Queda el consuelo de que, al menos, la planificación deportiva se hará conforme a lo inicialmente establecido, aunque con el miedo en el cuerpo de lo que podría suceder pocos meses después. De soñar con un Betis a la altura de su afición se ha pasado al pánico por un posible retorno a tiempos pretéritos que se creían olvidados y que dejaron al club al borde de la defunción.
Ahora, que por fin se comenzaba a andar con la firme intención de dejar atrás dictaduras amparadas en paquetes accionariales y amiguismos que cayeron por su propio peso tras descensos absolutamente vergonzosos (ni con Lopera todo fue malo ni lo que vino después de él lo mejoró), desde los juzgados se ha provocado un auténtico tsunami que ha comenzado a inundar Heliópolis, donde, una vez más, la fiel infantería verdiblanca está dispuesta a demostrar que no necesita capitanes ni almirantes que dirijan sus destinos, ya que ella misma siempre ha estado preparada para asumir el timón cuando llegan los temporales. Porque nada es eterno, salvo esas trece barras que tienen apresado el sentimiento de muchos desde hace más de un siglo, forjadas en la rabia del 'Manquepierda' y el orgullo del 'Musho Betis'. Y ante eso, no hay rival que sea capaz de perturbar el sueño. Porque, como refleja la historia, mil veces fue alanceado, pero por más penurias que pasase, jamás acabó muerto.
QUIERO HEAVY METAL