Y lo cierto es que en su primer examen del curso los pupilos de Pepe Mel se ganaron con creces el aprobado. Firmaron un empate a uno ante un Villarreal que, a priori, debe estar peleando por los puestos europeos, aunque quizás lo más justo hubiera sido que los tres puntos se hubiesen quedado en el Villamarín. De hecho, los heliopolitanos hicieron méritos más que de sobra como para conseguirlo.
Porque derrocharon intensidad desde el primer minuto de juego, encimando al rival en todo momento y creando bastantes ocasiones de gol. El único problema es que los de arriba no tuvieron su puntería afinada, hasta el punto de que sólo entró el balón que Rubén Castro (quién si no) mandó al fondo de las mallas en el 86’ para igualar la contienda. En cualquier caso, Aréola, que cometió un claro penalti antes del descanso que el árbitro no quiso ver, tuvo bastante trabajo en su primera visita al coliseo de La Palmera.
Como también lo tuvo un Adán que no estuvo tan fino como de costumbre, igual que una defensa que volvió a cometer fallos infantiles y a mostrar su ya clásica temblera. No en vano, y pese a que la retaguardia comenzó bastante entonada, con un Piccini que por fin empezó a parecerse a ese que gran carrilero que todo el mundo espera que sea, todo saltó por los aires a partir de un error gravísimo que Soldado convirtió en el 0-1. Y lo peor es que no fue el único. Al menos, queda el consuelo de que ninguno deparó más cambios en el marcador, aunque sí el cabreo de una grada que sabe que en Primera no se pueden repetir ese tipo de desajustes si se quiere lograr la permanencia sin sobresaltos.
Sea como fuere, tiempo hay para arreglar lo que funciona mal, ya que quedan por delante 37 jornadas más. Para lograrlo, habrá que seguir trabajando para ganarle tiempo al tiempo, haciendo que los nuevos se acoplen al equipo lo antes posible mientras que Macià sigue negociando por las piezas que faltan en un rompecabezas donde Ceballos amenaza con acaparar protagonismo hasta el cierre del mercado.
Sobre todo, porque su renovación, lejos de solucionarse, parece cada vez más enquistada, quizás porque los cantos de sirena que le llegan al chaval desde los grandes no hacen más que confundirle. Hoy por hoy, con 19 años y un peso específico en las filas verdiblancas, su sitio está en Heliópolis, donde puede seguir creciendo de manera exponencial a lo largo de esta temporada. Él sabrá si en pleno despegue de su carrera le conviene ser cabeza de ratón o cola de león.
Su situación contrasta, y de qué manera, con la de un Joaquín que, tras muchos años anunciando su regreso, está más cerca que nunca de volver a lucir las trece barras. Su llegada es cuestión de tiempo y de que Macià termine de convencer a la Florentina de que los futbolistas terminan jugando siempre donde quieren. Así, el de El Puerto debe ser el primero de los tres o cuatro fichajes que deben terminar de apuntalar el nuevo proyecto verdiblanco, ése que cumplió con creces en su debut, pero que, con la visita al Real Madrid a la vuelta de la esquina, está obligado a continuar mejorando a pasos agigantados. El curso no ha hecho más que empezar y hay que pelear por subir nota pese a haberse ganado de momento el aprobado.