El jugador del Real Betis durante el partido contra el SportingPara el Betis, nada se consigue sin su pertinente dosis de sufrimiento.

Ni siquiera cuando se parte con un 2-0 a favor, como ocurrió en unos dieciseisavos de Copa que se complicaron casi hasta el extremo en El Molinón, donde el equipo, que ofreció una pésima imagen sobre el césped, estuvo contra las cuerdas.

Con el marcador reflejando un 3-1 y el Sporting apretando de lo lindo, la fiel infantería verdiblanca temía que se consumara la debacle en los últimos diez minutos. Sin embargo, cuando peor pintaban las cosas, y como suele ser habitual en los heliopolitanos, el camino a la siguiente ronda se allanó de nuevo por completo.

Van Wolfswinkel, con un certero cabezazo, dejó sentenciada la eliminatoria a favor del Betis, completando con ello su mejor actuación con la casaca de las trece barras, toda vez que ya se había estrenado como goleador en el primer acto e, incluso, mandó un balón al palo. Más tarde, Cejudo firmaría el 3-3 finiquitando a la perfección un contragolpe cuando el rival ya buscaba a la desesperada un tanto que volviese a dejarlo todo en el aire.

Gracias a esa pegada, los verdiblancos supieron salir sanos y salvos de un jardín en el que ellos mismos se habían metido, mostrándose extremadamente frágiles en defensa y generando fútbol sólo a partir de los chispazos de Van der Vaart (genial su pase al hueco en el 1-1) y Vadillo, que sigue intentando convencer a Mel de que hay extremos izquierdos en la plantilla.

Mientras, Dani Giménez capeó el temporal como pudo, manteniendo con vida a un Betis que, probablemente, ante un rival más acertado en ataque habría dicho adiós al Torneo del KO justo antes de una junta de accionista decisiva y un derbi en el que, teniendo en cuenta lo sucedido en los últimos tiempos (tanto en los enfrentamientos directos como en los partidos de Liga en el Villamarín), volverá a poner en juego mucho más que tres puntos.

Afortunadamente, todo tuvo un final feliz, aunque lo sucedido debe tomarse en cuenta como el enésimo toque de atención serio de la presente campaña, haciendo ver que aún hay mucho que mejorar. Porque pasan los meses y sigue habiendo problemas de concentración nada más salir de los vestuarios (el 2-1 llegó nada más iniciarse el segundo acto), nervios y temblara en la retaguardia, y una importante falta de ideas en la medular que, por mucho que diga Mel, no se arregla sólo fichando a un hombre de banda.

Detalles que se deberían haber pulido hace mucho y a los que habrá que sobreponerse dentro de unos días, en un duelo de esos en los que la victoria resulta algo obligatorio. Para conseguirlo, habrá que ofrecer muchísimo más sobre el terreno de juego, saliendo con las ideas bien claras, derrochando intensidad y actitud, siendo infranqueables atrás y efectivos arriba. Sólo de ese modo se podrá poner fin a casi una década sin ganar en el Villamarín al eterno rival, dejando con ello lo sucedido en El Molinón en apenas un susto.

J. Julián Fernández