Porque antes de que el Betis viajase a Villarreal, la dirección deportiva ya había aliviado un poco el exceso de equipaje. Rennella partió rumbo a Valladolid, Figueras se fue a Turquía y Matilla deshoja la margarita de su futuro con la carta de libertad bajo el brazo. Pronto, otros como Xavi Torres y Tarek añadirán su nombre a esta lista, dejando sitio en el vestuario a unos refuerzos que se siguen necesitando.
Mientras, se negocia con Juande Ramos para que lidere el proyecto desde el banquillo, confiando en él para que inicie la metamorfosis de un grupo que gracias a Juan Merino ya demostró en El Madrigal que no está tan mal como se pensaba, ya que cuando saca a relucir la implicación y el amor propio es capaz de rascar puntos incluso a casa de conjuntos que pelean por entrar en Champions.
De hecho, en tierras castellonenses el Betis bien pudo merecer algo más que el empate. Con un once novedoso, el equipo siempre estuvo bien plantado, generoso en el trabajo y sin hacer concesiones atrás. Incluso, creó ocasiones de peligro, pero, una vez más, la falta de pólvora impidió que la 'resurrección' verdiblanca fuese completa.
No obstante, lo que sí quedó claro es que hay margen de mejora con lo que hay, ya que es probable que no se hayan optimizado al máximo los recursos. Tanto es así que futbolistas como Kadir o Fabián, que apenas tuvieron oportunidades con Mel, se reivindicaron a base de bien en Villarreal. El argelino, siendo un auténtico puñal por la derecha, regalando varios detalles de calidad y convirtiéndose, en suma, en el mejor de los heliopolitanos. Por su parte, el palaciego también derrochó ganas, ilusión y visión de juego, reclamando por derecho propio un sitio que se le había negado hasta el momento.
Y eso que a ojos del anterior técnico los perfiles en los que ambos se desenvuelven estaban desiertos. Aunque, quizás, visto lo visto, lo que realmente pasaba era que el miedo, los complejos y las excusas le habían ganado por completo la partida al fútbol y el trabajo diario, aspectos que Merino ha potenciado en los pocos días que lleva en el cargo.
No en vano, el principal mérito del linense está siendo el de contagiar su casta al vestuario, reactivando su ánimo y haciendo ver a sus integrantes que nadie es indispensable (el descarte de Ceballos así lo confirmó) ni tampoco sentenciados. Una actitud que supone un auténtico soplo de aire fresco para una plantilla que no era tan mala como había mostrado hasta ahora y que necesitaba algo de confianza para frenar su caída libre.
De dársela se ha encargado un Merino que, como hace un año, ha vuelto a conectar con el grupo rápidamente, logrando que dé pasos hacia adelante. Por ahora, son tímidos y cortos, aunque lo suficientemente importantes como para tenerlos en cuenta. Ahora es obligatorio que se sigan sucediendo, puesto que de aquí a la permanencia queda todavía un camino tremendamente largo.