En aquella cinta, rodada como documental pero de contenido dramático, el director retrata a la viuda y los tres hijos del poeta falangista Leopoldo Panero, muerto en 1962. Felicidad Blanc, Leopoldo María Panero, Juan Luis Panero y Michi Panero narran sus vivencias y sus recuerdos, y exponen ante la cámara todas sus miserias familiares. El resultado es buen reflejo de la decadencia de un régimen que daba sus postreros coletazos.
Recuerdo perfectamente la sensación de desazón, tristeza y desesperanza que la película me causó las dos veces que la vi. Son sensaciones muy parecidas a las que ahora me inspira el Real Betis, mi Betis. Un profundo sentimiento de desencanto que transmite el club desde todos sus estamentos, de arriba abajo y de abajo arriba.
Yo fui el primero que me ilusioné con el regreso del equipo a Primera División, con la llegada y el trabajo de Eduardo Maciá como director deportivo y, sobre todo, con la victoria del equipo de Ahora Betis Ahora en las dos Juntas de Accionistas celebradas en la segunda mitad del pasado año, que evitaban el regreso al Betis del fantasma de Castaño y Lopera, culpables de tantos de nuestros problemas. Me entusiasmé en aquel momento y lo puse por escrito en esta misma página web.
Igualmente, fui de los primeros que advertí que teníamos un problema en el banquillo y exigí desde bien pronto el relevo de Pepe Mel como entrenador del equipo, una decisión que llegó con meses de retraso, en mi modesta opinión. También estaba convencido de que el Real Betis tenía plantilla suficiente, en mejores manos, para lograr la permanencia sin mayor angustia, algo que ahora dudo no ya porque la plantilla haya empeorado, sino por la decisiva importancia que los estados de ánimo tienen en este deporte (¿negocio?).
El problema es que aquel entusiasmo de los primeros días de otoño se ha convertido, con el paso de las semanas, en desencanto, pesimismo y frustración. Y la culpa, como decía antes, tiene su origen repartido entre los distintos estamentos de la entidad.
Sin Mel ya en el banquillo, y pagando aún su falta de trabajo y eficacia en estos meses, la gestión del Consejo de Administración transmite improvisación, torpeza e, incluso, perplejidad. Da toda la impresión de que están superados por los acontecimientos. No pongo en duda su buena voluntad, por lo que les conozco, pero la semilla de la división ha anidado en el seno del equipo directivo y esas trifulcas entre Ollero, Haro, López Catalán, Montoro y demás, retransmitidas vía filtración y cotilleo a través de los medios de comunicación, no hacen más que perjudicar al Real Betis y sembrar la desunión entre los béticos, tan perplejos y desorientados o más como sus propios dirigentes.
El resultado de este mal clima en el Consejo de Administración es la incapacidad para tomar decisiones: no hay entrenador que sustituya a Mel, no hay decisión sobre la continuidad o no de Merino en el banquillo, no hay acuerdo para traer a un delantero o a otro, no hay impulso para poner en marcha los proyectos comprometidos (radio, televisión, Gol Sur), etcétera.
También genera desencanto la labor de Eduardo Maciá. Su discurso ilusionante empezó a descafeinarse tras una primera fase de planificación deportiva que inspiraba algunas dudas, sobre todo por la falta de capacidad para aligerar la plantilla. El resultado deportivo de algunos de los fichajes realizados profundizó esa incipiente decepción. Y las gestiones realizadas en el mercado invernal, con escaso éxito, consolidan el sentimiento de desánimo que, también, emana de los despachos de la dirección deportiva.
El desempeño de los futbolistas, por culpa de Mel o por la suya propia, tampoco ayuda a recuperar el ánimo. Apenas Adán, Petros o Ndiaye están dando la talla. La temporada avanza, el Betis ha perdido casi todo su fuelle, y los puestos de descenso ya no están a seis ni a cinco puntos de distancia, sino apenas a una nueva derrota. Y en medio, una nueva vergüenza histórica con la eliminación del equipo en Copa a manos del eterno rival. ¿Quién da más?
Sólo la aparición de Merino nos dio algo de margen a la esperanza. El equipo pareció reaccionar y logró meritorios empates en Villarreal y ante el todopoderoso Real Madrid. El partido en San Sebastián, sobre todo su primera parte y su resultado, disolvió ese incipiente rearme anímico y las dudas, y el pesimismo, han vuelto al espíritu de los aficionados.
Tengo pocos argumentos para la esperanza, la verdad. Ojalá Merino sea capaz de lograr que el equipo levante el vuelo. O, si finalmente viene un sustituto, sea éste el que dé con la tecla para remontar en la clasificación y mejorar juego y sensaciones. Ojalá los fichajes, tanto los de invierno como los de verano, terminen por rendir y justifiquen las apuestas de Maciá; y que con su trabajo logremos empezar a crecer de una vez. Ojalá el Consejo consiga rearmarse, reorganizarse y empezar a tomar decisiones con tino y acierto. Ojalá. Pero yo, ahora mismo, vivo preso del desencanto, como los hermanos Panero en la película de Armiñán. Y, créanme, aquella historia terminó rematadamente mal.
@danielgilperez
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Ojalá acabe bien