Juan Carlos OlleroAquella vez fue la primera que vi a Ollero expresarse con algo de gracia, como entregado por una vez a la emoción, lejos de su tono recio, incluso brusco:"¡Esto es una revolución para el Betis!". Tanta algarabía estaba justificada. Fue nada más acabar la junta del 23–S. El presidente proclamaba que al fin el club se liberaba de las garras de Lopera tras un pulso dramático...

Ésta ha sido la segunda vez que le he visto relajado. Cualquiera hubiera dicho que Ollero, lejos de lamentar su dimisión, lucía cara de estar anunciando más bien su nombramiento. Repasen, si pueden, el vídeo del momento. Distendido, por momentos casi sonriendo. Como liberándose de un enorme peso. O, muy probablemente, consolado con el hecho de que, con lo que iba a soltar por la boca, le estaba haciendo un profundo favor al Betis al que sólo el paso del tiempo dará su justo valor.

Ollero se va tirando de la manta, mayormente. El encabezamiento de su epílogo ya resultó demoledor: “Todos los béticos tienen derecho a saber lo que está ocurriendo”. A partir de ahí, el ex dirigente dibujó un escenario aterrador:una directiva quebrada, dando al traste con operaciones en marcha (Damiao) de manera infantiloide, incapaces de aparcar su enfrentamiento frontal ni siquiera para tomar decisiones por el bien del Betis. O esto, que es muy bueno: consejeros“que ven el fútbol como sus padres” y se empeñan en querer pisar el vestuario.De traca.

Claro que el dardo más envenenado fue para el mayor disidente que Ollero ha encontrado en el consejo: Ángel Haro. De él desveló que no ha sido capaz de dar el paso y sucederle, pese a que lleva un mes pidiéndoselo, o que dinamitó su último intento (su tumba, más bien) por sostener en pie la directiva: nombrar una reducida comisión ejecutiva con sus consejeros más afines. Una bomba que al final le ha estallado en las manos. Es sencillo: La jerarquía no escrita establecida en el Betis quedaba, bajo ese diseño, desactivada. En la sombra, la figura delas plataformas siempre ha asomado vigilante. De inmediato una de ellas, PNB,representada en el consejo pero apartada de la comisión, rompió la baraja y se quejó en público de una decisión que “avanza hacia un modelo autoritario”. La fractura en el consejo quedaba al descubierto.

Especialmente reveladora es la negativa de Haro a asumir el mando en primera línea, nada dispuesto a quemarse en un momento de máxima tensión y con una evidente amenaza de descenso. De hecho, hasta se borró de esa fallida comisión. “Hasta ahora no ha querido ser presidente, pese a habérselo pedido insistentemente”, le ha delatado Ollero. Tampoco el otro gran accionista, López Catalán, seguramente reacio además por otra razón: su empresa está siendo investigada por el uso irregular de fondos Jeremie. Teme que colocarse en primera fila,ahora, pueda ser un movimiento envenenado.

Horas antes del partido en Villarreal, recuerdo que recibí un mensaje: “Ollero ha presentado su dimisión”. Una decisión que por entonces no se intuía pese a la última marejada tras el traumático derbi de Copa y el despido de Mel. Pero un segundo mensaje añadió otro detalle: “Aquí en la expedición todos dan por hecho que su sucesor será el turco. Es el tema estrella”.

Mi interlocutor se refería a Ozgur Unay, ingeniero, sevillano de adopción y presidente de la Fundación Heliópolis, una asociación hoy casi fantasmal (pero extrañamente imponente) cuyo último gesto público fue el de animar a los pequeños accionistas para que en la junta de septiembre apoyasen a Haro y Catalán. Era evidente, en cualquier caso, que ninguno de los dos estaba dispuesto a salir de su trinchera y que por tanto los movimientos para encontrar al sucesor de Ollero ya habían comenzado. De inmediato, desde la Fundación me desmintieron esa posibilidad: “Es ridículo pensar en Unay. Sería un esperpento poner a alguien que no mande”. Desde luego, no más que sospecharlo contrario.

En su despedida, Ollero,tan generoso dando detalles y tan dispuesto a destapar la que hay liada en el Betis, se quedó sin embargo corto en explicaciones cuando le tocaron su punto débil: por qué él y su consejo han sido tan tolerantes, casi comprensivos, con Lopera. Una postura asombrosa, más si cabe cuando incluso se contemplaba pagar al (presunto) saqueador casi dos millones de euros. Ahora será el nuevo presidente quien decida si seguir con esa mano tendida o no. Por si acaso, los béticos deberían estar preparados para cualquier cosa. Porque si algo han aprendido de observar a su Betis es que parece que con nadie podrán nunca estar tranquilos.