Las opciones reales de descenso hasta este domingo antes del partido eran más que improbables, pero hasta que las matemáticas no han dicho lo contrario, y estando los verdiblancos de por medio, había cierta inquietud.
Esa es la única y gran lectura de la comparecencia bética en Ipurúa. En lo meramente futbolístico, el Betis volvió a tirar de un clásico de esta temporada. Gol de Rubén Castro que vale puntos, paradas espectaculares de Adán que fueron imprescindibles para evitar la derrota, y los viejos problemas para generar juego de un equipo que no pisó demasiado el área rival.
Conviene pararse, una vez más, en los dos jugadores determinantes de este Betis. Adán volvió a demostrar que es el segundo futbolista más importante del equipo. Sus intervenciones salvadoras, algunas de enorme mérito, hacen que en su balanza del curso pese infinitamente más lo positivo que algunos de sus fallos, que también los tuvo. Un portero que gana puntos, tantos, es un tesoro.
Lo del gol de Rubén Castro y los puntos se ha convertido en una costumbre que por habitual deja de sorprender. No aparece demasiado en el juego colectivo, ni falta que le hace, pero el canario determina. En Eibar sucedió de nuevo. Suma 18 goles en la campaña, iguala su mejor marca goleadora y empata con Aduriz como máximo artillero nacional. Lo ha jugado todo esta temporada y, aunque pasen los años, rinde como siempre.
Del resto, poco más interesante del lado heliopolitano en este duelo. Si acaso el apunte del rendimiento de N'Diaye como central. Pese a que Sergio Enrich se le adelantó en el gol local -ni mucho menos es fallo del senegalés-, firmó un partido más que correcto el verdiblanco. También la constatación de la buena química entre Joaquín y Portillo, demostrada en la pared del gol, aunque con escasa continuidad en los 90 minutos.
El partido del Betis contra el Eibar fue endeble. Durante buena parte del choque los locales dominaron el balón y dispusieron de más ocasiones que los de Merino. Se puede salvar del lado bético el segundo tramo de la primera parte. El resto de los minutos, pobre imagen. Tampoco fue muy distinto de lo que sucedió en muchos partidos de la temporada.
Es evidente que lo que realmente le valió al Betis fue el empate que materializó la permanencia. Tal y como sucedió la jornada ni siquiera hubiera hecho falta el punto para la salvación matemática, pero mucho mejor para los verdiblancos solucionar los problemas por sí solos.
Al hilo de la campaña y la salvación hay que reconocer la labor de Juan Merino. Cumplió con su cometido en el primer equipo, como ya sucedió en Segunda cuando se le requirió para cuatro partidos. Con sus aciertos y desaciertos, el linense tomó las riendas en enero en un momento delicado y resolvió su encomienda.
No significa que sea el técnico ideal para el Betis de futuro y el crecimiento, pero una cosa no debe quitar la otra. Ahora, turno ya para Torrecilla y la dirección del club para el siguiente gran partido, que no es otro que la próxima temporada.
Javier Carbonero