Y ya no sólo porque los termómetros comiencen a causar estragos, sino porque en la planta noble del Benito Villamarín no hay tiempo que perder en la planificación de cara a la próxima temporada.
Hay muchísimo que hacer y se quiere evitar a toda costa que, como ya pasó hace un año, a la dirección deportiva acabe cogiéndola el toro.
Todos los futbolistas ya saben cuál es su situación, si han de tener las maletas preparadas y el teléfono a mano para recibir noticias de su representante o, en cambio, aprovechar las vacaciones para desconectar antes de volver a tope cuando se reanuden los entrenamientos en julio. Es más, algunos, como Molinero, Damiao, Jorge Molina, Vadillo o Van Wolfswinkel, son conscientes de que no volverán a vestir la elástica de las trece barras.
Así las cosas, y a la espera de que los cedidos acaben de competir para hablar con ellos y notificarles qué pasará (en este sentido, parece que únicamente Álex Alegría tendrá billete de vuelta), Torrecilla anda como loco en la búsqueda de los, al menos, diez refuerzos que prometió para que la plantilla diese un salto de calidad. Una labor ardua, que intenta llevar a cabo con el mayor sigilo posible para no encarecer el producto y que ya ha dado numerosos nombres de los que hablar en la prensa pese a que acaba de terminar mayo.
Se dice que en torno a 40 jugadores han sido ya vinculados con el conjunto verdiblanco, una cifra que, presumiblemente, crecerá exponencialmente según avance el verano. De ellos, solo uno, el danés Riza Durmisi, tiene su sitio asegurado en el vestuario de Heliópolis. Su misión será la de blindar el lateral izquierdo y aportar cosas en ataque con sus rápidas internadas y centros al área, recogiendo el testigo de Vargas y Varela, a quienes ya se les ha enseñado la puerta de salida. No obstante, aun falta otro fichaje más para esa demarcación.
Igual que para muchas otras, ya que, salvo la portería, todas las líneas van a reestructurarse. Por ejemplo el centro del campo, al que parece destinado a llegar un Jonas Martin que hace nada tuvo varias 'novias' ilustres en el 'Viejo Continente' y que es ahora el mejor colocado para apuntalar una parcela en la que buscará tener la suerte que esta pasada temporada se le negó a su compatriota Digard.
Aunque la lista de la compra de Torrecilla incluye deseos para más puestos. Porque al equipo le urge encontrar extremos que aporten velocidad y desborde por las bandas más allá de un Musonda al que se buscará 'repatriar' de nuevo este verano.
Delanteros que marquen diferencias y capaces de ponérselo a un Rubén Castro que pese a ser ya eterno en el Betis también tiene su fecha de caducidad. Urgen también centrales que doten de consistencia al eje central de la zaga y laterales que hagan inexpugnables sus flancos. Pero, sobre todo, cerebros capaces de dotar de sentido al juego del equipo y que haga que éste no vague por el campo como un pollo sin cabeza.
De todo eso es consciente una dirección deportiva que desde el primer momento ha cogido al toro por los cuernos, buscando hablar no con palabras, sino con hechos. Se tiene ante sí un reto importantísimo, probablemente el mayor al que se han enfrentado en sus carreras tanto Torrecilla como su 'alter ego' en el banquillo, Poyet, por lo que no se puede dejar nada al azar.
Se deben atar todos los cabos sueltos para conformar una plantilla que por fin esté a la altura de lo que el club merece por historia y masa social. Y para conseguirlo no hay tiempo que perder. Por eso, pese a que muchos piensen en playas y chapuzones, en la planta noble del Villamarín se trabaja a destajo, con mil negociaciones abiertas y un sinfín de opciones puestas sobre la mesa. Puede que quede un mundo hasta que el balón eche de nuevo a rodar, pero no hay que dormirse en los laureles, sino, más bien al contrario, hacer méritos para ganárselos.