Porque aunque calidad le sobra, al holandés siempre le faltaron ganas. Jugar al fútbol no se le puede haber olvidado, pero sí que un profesional no sólo lo es por los ceros a la derecha que muestra su cuenta corriente, sino también por todo lo que demuestra partido tras partido sobre el campo. Y en eso, el ‘tulipán de Chiclana’ jamás dio la talla.
Todo lo contrario que en los bares de copas y de ocio nocturno, los únicos que echaran de menos su presencia en tierras hispalenses. Cierto es que en apenas un año ha levantado más copas de las que podría siquiera soñar el eterno rival. El gran problema es que venían llenas de cócteles y bebidas espirituosas, sin ser jamás la recompensa al esfuerzo.
Hoy llora la hostelería sevillana el adiós de Van der Vaart, mientras que la danesa se frota la manos. Que se vayan preparando para ir dejando a un lado los estrictos horarios que impone el carácter nórdico. Y, sobre todo, que la afición de su nuevo equipo vaya rebajando las expectativas en relación a un crack que ya cotiza más por lo que fue que por lo que puede ser.
Aquí, en Heliópolis, la fiel infantería verdiblanca se cansó de esperarle. Tras abrirle de par en par los brazos el día de su presentación, confiando en que su propósito de enmienda tras una pésima temporada en el Hamburgo fuera sincero y no impostado, fue perdiendo la fe en él a medida que su ausencia se fue haciendo habitual en cada convocatoria. Si hasta en su debut se quitó del cartel sin esperar a que el míster le diese permiso o a que su sustituto estuviese preparado…
Su único legado, más allá del que hayan podido propiciar sus aventuras nocturnas por la ciudad, una buena actuación frente al Sporting en Copa que sólo resultó un espejismo, ya que ‘Fali’ estaba más preocupado por degustar croquetas, serranitos y demás manjares de nuestra gastronomía que por demostrar que no estaba acabado.
Pero lo está. Y tanto. Más incluso de lo que pensaban sus críticos cuando hace un año se enfundó por primera vez la elástica de las trece barras. Ni los mimos de su abuela ni la cercanía con Chiclana le han llevado a sacar a relucir la vergüenza torera e intentar ganarse el sitio en los entrenamientos. Sólo queda esperar que, al menos, Ceballos, para quien debió ejercer como maestro por su posición, no haya aprendido nada de él, o, si acaso, todo lo que no hay que hacer para hundir una carrera.
Por todo ello Rafael, tanta paz lleves como descanso dejas. Probablemente el tiempo se encargue de borrar de la memoria del beticismo tan pésimo recuerdo. Nunca estuviste a la altura ni de lo que se esperaba ni de lo que fuiste. Elegiste siempre la peor opción, riéndote de una afición y una camiseta que merece más honor y respeto que el de una estrella que, como tú, acabó estrellada víctima de sus excesos. Que el frío nórdico te sea leve. Te vas a Dinamarca y en Heliópolis, sobre todo Torrecilla, se quedan en la gloria