Victor Sanchez BetisSe acerca la Navidad, fecha con un indudable protagonismo infantil y el Betis no pasa por alto ese detalle. De hecho, el equipo ha hecho suya la letra de una célebre canción dedicada a los más pequeños, porque en casa camina para adelante, pero, en cambio, fuera lo hace hacia atrás.

Mientras en el Benito Villamarín los verdiblancos se han hecho fuertes, plantando cara a rivales europeos e, incluso, han sido capaces de superar problemas endémicos como el de la fragilidad defensiva, el balance no es ni mucho menos positivo a domicilio, con una escuadra de las trece barras que vuelve a mostrar un encefalograma plano que le impide generar peligro.

Pasó en Eibar y también en Vitoria, donde, además, el experimento de Víctor Sánchez del Amo de jugar con Álex Martínez a pierna cambiada hizo aguas desde el primer minuto. El canterano quiso, pero no pudo, igual que el resto de un Betis que apenas inquietó a un rival bien plantado sobre el césped y al que Rubén Castro perdonó en la única ocasión clara que tuvo el equipo.

Cierto es que Ceballos fue víctima de un penalti clarísimo que vio todo el mundo menos el árbitro, pero tampoco lo es menos que al utrerano le faltaron socios para generar fútbol y ocasiones. No paró de intentarlo jamás y estuvo en todos los sitios. Aunque sólo con él vestido con el mono de faena resultó absolutamente insuficiente.

Sobre todo, después de que la lesión de Joaquín eliminase el criterio a balón parado, demostrando que ese planteamiento táctico basado en seis defensas y la esperanza de que Rubén Castro o Sanabria cazasen alguna arriba no iba a servir ni mucho menos para ganar. Y ni siquiera para puntuar, algo que abortó el gol de Deyverson tras una excelsa asistencia de Toquero que nunca debió haber tenido lugar ante una superpoblada retaguardia.

Con ese panorama, el reloj corriendo en contra y sin fe ni demasiadas alternativas en el banquillo, se fue cociendo una derrota que lleva al Betis a despedirse del año liguero lejos de su objetivo y sin confirmar que esa mejoría que está experimentando en Heliópolis puede ser también extrapolable a otras latitudes. El estirón continúa sin llegar y de seguir así parece poco probable que pueda llegar a hacerlo.

Incluso, hay ocasiones, como en la visita a Mendizorroza, en las que el propio vestuario parece no tener fe en la consecución de ese objetivo. Después de tanta revolución estival, cada día queda más claro que a ojos del nuevo míster faltan recursos y sobran efectivos (a tenor de lo visto, a Musonda podrían seguirle, entre otros, Fabián, Rafa Navarro o Zozulia). Demasiadas tareas pendientes de cara a un mercado invernal en el que rara vez se encuentra algo más que parches de quita y pon.

Afortunadamente, el próximo duelo liguero será en el Villamarín, donde las cosas sí funcionan y se puede invocar de nuevo a un optimismo que suele tener apenas una semana de duración en verdiblanco. Justo el tiempo que separa cada cita en La Palmera de otra lejos de allí, donde cada paso adelante se da de nuevo hacia atrás, haciendo el camino interminable y ofreciendo la sensación de que este Betis, por mucho que quiera, aún no sabe andar. Quizás porque sigue siendo demasiado niño para dar el estirón.