Rubén CastroEl Betis más regular de la temporada no pudo asaltar San Mamés. Allí, con un once inicial extraño y plagado de teóricos suplentes, los verdiblancos estuvieron a punto de empatar a poco que Rubén Castro y Pardo hubiesen tenido algo más de puntería, aunque también pudieron recibir una goleada si Adán, que vuelve a estar inmenso bajo palos, no se hubiese convertido en un muro casi infranqueable para los atacantes del Athletic.

Lástima que dos errores defensivos sirvieran en bandeja la sentencia del encuentro a favor de los vizcaínos. Primero llegó un penalti en el que Mandi llegó tarde al cruce y acabó derribando a Aduriz en el área; luego, el ariete no perdonó desde los once metros. Y, al poco, toda una serie de fallos en cadena de los zagueros permitieron que Muniain 'mojase' de cabeza, dejando todo prácticamente decidido.

En cualquier caso, Rubén Castro apareció para recortar distancias y Víctor Sánchez del Amo acertó en los cambios, dando más presencia al equipo con Joaquín y Rubén Pardo, quienes liberaron un poco a un Ceballos que sigue teniendo una importancia capital en un Betis que no sabe qué hacer si el utrerano no tiene el balón en los pies y la cabeza levantada. Si se quiere crecer de una vez por todas, su continuidad, como la de Adán, resulta absolutamente imprescindible.

Incluso aunque ninguno de los dos pudiese evitar que se rompiese la racha triunfal de un conjunto verdiblanco que lleva un lustro sin levantar los brazos tres jornadas seguidas. Es más, con el resultado de Bilbao ya es matemáticamente imposible aspirar a esa novena plaza que, como mínimo, se había fijado el club como objetivo para esta temporada. Y la posibilidad de repetir el décimo puesto de la 15/16 queda también demasiado lejos.

Un fracaso en toda regla que, no obstante, conviene ir dejando atrás cuanto antes, teniendo en cuenta los errores cometidos para no repetirlos y, sobre todo, utilizando lo que queda de competición, apenas cuatro partidos, para separar la **** del grano, viendo quiénes pueden ser útiles para el curso que viene y quiénes deberían hacer las maletas. Una criba que, después de 34 jornadas, ya debería estar más que clara, pero que aún debe desarrollar sus últimos capítulos.

Quizás los más importantes en este Betis que ha empezado a funcionar demasiado tarde, cuando ya sólo estaba en juego el orgullo y la posibilidad de regalar a la afición una sonrisa que le ha faltado durante demasiados meses. Un premio de consolación que no compensa en absoluto tantos sinsabores, pero al que al menos habría que reconocerle su utilidad.

Porque debe servir como punto de partida para pensar con cierto optimismo de cara a la temporada siguiente, en la que no habrá más obligación que la de conseguir ese estirón que tantísimo se ha prometido y que nunca ha llegado. Para ello será fundamental que la regularidad no tarde tantísimo en aparecer, haciendo que el equipo sea capaz de ganar en el Villamarín, San Mamés y donde sea cada semana. Un sueño que se persigue desde ya, incluso antes de que acabe una campaña en la que es obvio que las cosas no han ido bien, pero en el que tampoco todo ha sido malo