AdánAsí está el Betis, a varias jornadas de acabar esta interminable liga que es rara de narices, nuestro equipo vaga como un barco en medio de la calma chicha. Si le encajan una goleada es tan anodino como si gana fuera de casa. Las excusas de nuestro míster son las mismas. Si gana es que se va cohesionando el equipo, si pierde es que hay que analizar las causas.

Causas pueden ir desde que ya no hay nada por lo que pelear hasta que pa qué. Nos queda la vergüenza torera, pero ni eso, nos hemos vuelto antitaurinos. Nos queda ver las caras de alegría de los niños en las gradas, pues parece que hay un manto oscuro que no se ve ni se oye.

Cuando oigo eso eso de que nuestros jugadores se ven tensionados por el escenario me cuesta creerlo. Nuestros jugadores deberían saber algo si no lo saben ya. Es el campo más lleno de primera inversamente proporcional a los resultados que registra. Es el campo que más fácil olvida una derrota (o muchas) y salta alborozado con un regate. Es, en definitiva, el mejor lugar del mundo para que el jugador juegue pensando en el juego, no en la grada.

Quizá sea eso, no lo sé, o quizá sea que hay que tener paciencia con el director deportivo y no cambiarlo cada año y con ello la ristra de entrenadores milagro que no dan con la tecla y el equipo no es que pierda, es que no gana ni las ganas de ganar.

Veo todavía béticos jóvenes que parece que van a recordar esto como aquellos de la tercera división. Ya está terminada la temporada, habrá que acogernos a la próxima, a que los cambios producidos no erosionen más todavía este barco oxidado con quilla nueva en gol sur. Tendrán un pasaje fiel, siempre fiel, pero al que no se le pueden dar grumetes por marineros buenos.

Hasta el año que viene. Mientras, iremos al último partido ante el Atlético de Madrid con las mismas ganas que quien va a ver un partido de preferente vallisoletana.