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Los Campos de mi Niñez

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  • Los Campos de mi Niñez

    Colocar este relato en beticismo sé que no me parece muy adecuado, pero como aparece la palabra de cinco letras más universal, aquí lo coloco. Fue escrito en sepiembre de 2007, para la web de la Unión Deportiva Bellavista, pero en vista de la de "bellavisteros" que abundan en este post, creo que se merecen que les resfresquen esos campos de ¿fútbol? por los que corrieron. También, la idea es apelar al sentimiento, en cualquier faceta para empeñarme todo lo que pueda en que por mucho que la crispación campe por nuestro Betis, en Betisweb hay rinconcitos, muchos, que son remansos donde no se ve el fútbol dando mordiscos. Empiezo:


    Vaya por delante que ser niño gordito no me ayudó mucho en mis prácticas deportivas… Pero esa visión que uno desarrolla cuando no alcanza los niveles atléticos de los demás me retrotrae a aquella época feliz de la Bellavista de los 80.

    Es cierto que al mismo tiempo que puedo considerar feliz esa época, Bellavista sufría la dejadez y los achaques de la droga que golpeaban de forma fiera sus calles. Pero los chicos de esa época sorteábamos como podíamos esos sinsabores y nos quedábamos con lo bueno. Con aquellas horas, hoy impensables, de libertad absoluta en las calles del barrio. Cuando el universo hoy acotado por las videoconsolas era simple y llanamente de la imaginación.

    Bellavista eran sus calles, y por sus calles teníamos los primeros contactos con el balón. Yo soy de la zona de la iglesia, y en la calle Ávila y la Soria pateábamos aquel balón que quien lo ponía era el capitán junto con el que mejor jugaba, allí quedábamos los demás a la merced de ser elegidos tras un pare o none. En medio de ambas calles surgía el campo de la iglesia, enorme descampado en la escala de un niño de 10 años que veía entre sus piedras como pasaban las tardes. El hecho de tener un hermano mayor hacía que todo fuese como en otra dimensión, pues veías de lejos a los inalcanzable mayores, cómo tenías que esperar la bula de poder jugar con ellos o simplemente esperar a que terminasen. Cuántos balones embarcados en la iglesia, suplicando al cura que nos los devolviese y rogando que en los trámites no nos llevásemos un tirón de orejas o un coscorrón, por supuesto no constitutivo de demanda. Yo viví los sucesivos cambios hasta el acotamiento y pérdida total para el universo infantil de aquel campo que empezó dejando sitio a la nave llamada de Jupabe, después al hogar de ancianos, después a su vallado y, al final, cerrado.

    Fueron muchos “desafíos” los que allí se vivieron, trasladados a otro campo mítico por su irregularidad, el de la plaza de Fernando VI, con aquellos bancos de hormigón y los juegos de tubos de hormigón de colores idos, resbalaera y cuadritos de tubos que servía de poste izquierdo. Otra vez los “desfíos”, 20 contra 20 en aquella marabunta en la que increíblemente cada uno sabía de qué equipo era y quien el enemigo. Plaza triangular con oleadas infantiles que corrían tras el balón sorteando a vecinos y carritos.

    Jugábamos hasta que se hacía de noche, noche cerrada a la luz triste de una farola y seguíamos persiguiendo el balón, normalmente de curti, duro como él solo, que traía la desgracia del picor increíble del balonazo recibido.

    Mi infancia me deparaba otro sitio emblemático para mis cicatrices, el campo de las monjas, verdadero campo de la anarquía y las aventuras. Rodeado de hermosos eucaliptos y acacias de afilados pinchos, su irregular y bacheado firme era nuestro campo, como tal lo defendíamos y lo teníamos como propio. Allí venían de otras calles para jugarnos 3 botellas de fanta de naranja, de casera, todas de cristal retornable comprados en la tienda de Antonio, al lado de la plazoleta y que el triunfo nos traía la gloria de compartir buche sí, buche no, aquellos litros de naranjada.

    Aquel campo se pobló de cabañas de chavalería, aquel campo sirvió para fogatas que nos hacían llegar con olor a humo a casa, pero aquel campo era nuestro, o eso creíamos, una maravilla. Por aquel campo nos asomábamos las tardes de otoño a ver cómo las niñas del colegio de las monjas entrenaban cuando sólo había niñas en esas clases.

    Y el campo de las monjas se quedó atrás, después construyeron el edificio de telefónica y después lo tiraron... Pero hay más campos que fueron protagonistas de mi niñez, como aquel del cortijo de cuarto, bueno, aquellos que conocí, como el que estaba donde ahora está la guardería. Este campo era de los mejores y por ello más inaccesible. O el campo de la viña, que aunque no era un habitual, cuando me acercaba a los pisos del Cortijo siempre había allí niños detrás de un balón.

    Cada plaza (Fernando VI, Las Cadenas, Del Retiro) tenía su pequeña tribu formada por guerrerillos vestidos del Betis, o del Sevilla, o con las equipaciones humildes de la época, con los números cosidos que comprábamos en Deportes La Paloma, o en El Barato, con los botines de loneta, muchos con agujeros en la suela o simplemente con los zapatos que teníamos, cuando muchas veces el propio zapato salía disparado tras el balón.

    También recuerdo con mucho cariño los descampados rodeados de casas y la vía de los Naranjitos, donde el descampado se hacía a base de pisar y pisar. Entre vinagritos, margaritas, ortigas y dientes de león, los niños corrían como locos con las rodillas marcadas de postillas y "colorao". Ahora hay vallas por todos lados, la urbanización es muy evidente, pero entonces, con la autovía a más de 100 km/h al lado, la vía que hacía de cuchillo afiladísimo en la otra y poco más, aquellos vecinos de los naranjitos estaban aislados de Bellavista y ésta de Sevilla.

    Han sido muchos los campos que marcaron mi infancia, pero quizá el de la U.D. Bellavista sea el que más me marcó. Ni siquiera jugué nunca federado al fútbol, era uno más de los cientos de chiquillos que pasaban por las manos del "Chirri", el entrenador. Bajo de estatura con enorme temperamento y mayor personalidad. Allá, en esas tardes cuando íbamos detrás de los 5 balones pelados, descosidos y con bollos por todos lados, veías las diabluras de un tal Azcona, o disfrutabas con el toque de un tal Sillero, o veías volar de forma antigravitatoria a Pepe el Gordo, los hermanos Yáñez o un tal Pepe Masegosa.

    Tardes de risas, esfuerzo y sueños, sueños con esos goles imposibles, con esa equipación que llegaría en reyes, o esas botas que serían el no va más, las Marco. Aquellas botas negras de cuero, tan lejos de las que ahora son psicodélicas y vanguardistas, que sustituyeran a las baratas, aquellas que duraban tres patadas y teníamos que hacer durar meses. El sueño para un niño, y sólo para jugar con ellas, correr como loco por ese albero del Bellavista.

    Pero aquellos campos han ido cambiando unos, desapareciendo la mayoría, marcando a fuego a generaciones de vecinos que entre todos han levantado de prácticamente la nada un barrio entero, y es un orgullo formar parte de esta historia.

    Pd.: la web es www.udbellavista.com, que dicho sea de paso es un trozo importante de la ciudad deportiva en el exilio.

  • #2
    Re: Los Campos de mi Niñez

    Recontra y su U.D.Bellavista

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    • #3
      Re: Los Campos de mi Niñez

      Recontra muy bueno tu post

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      • #4
        Re: Los Campos de mi Niñez

        [QUOTE=recontrabetico;717093]:
        También recuerdo con mucho cariño los descampados rodeados de casas y la vía de los Naranjitos, donde el descampado se hacía a base de pisar y pisar. Entre vinagritos, margaritas, ortigas y dientes de león, los niños corrían como locos con las rodillas marcadas de postillas y "colorao". Ahora hay vallas por todos lados, la urbanización es muy evidente, pero entonces, con la autovía a más de 100 km/h al lado, la vía que hacía de cuchillo afiladísimo en la otra y poco más, aquellos vecinos de los naranjitos estaban aislados de Bellavista y ésta de Sevilla.QUOTE]

        Este era el mio recontra!!!

        Los Naranjitos... alli estuve viviendo hasta el año 89... y allí di mis primeras patadas a un balón y estrene mis primeras "marco".

        Desde pequeño siempre quise ser portero... como esnaola papa, como esnaola!!... Aunque yo a ese tal Esnaola nunca lo vi jugar, soy demasiado joven, pero solo ver el brillo de los ojos de mi padre o mi abuelo cuando lo nombraban contandome la tanda de penalties de aquella final del 77... yo queria ser como él, como alguien que casi hacia llorar a mi padre solo con nombrarlo.

        No se muy bien porqué, pero siendo muy pequeño le pedí ya a los reyes magos la ropa de "ubitarreta", que frustración para mi padre que quería regalarme una de rayas verdes y blancas con el 3 a la espalda... pero que va... yo quería ser portero y mi nuevo idolo era "ubitarreta"... los reyes me trajeron lo que pedí, pero tambien la de rayas verdes y blancas... menudo es mi padre!!!

        Una tarde, despues de comer, este "Zubizarreta" de pacotilla quiso hacer la parada de su vida... no recuerdo muy bién que pasó porque despues de la enorme palomita, volvi a abrir los ojos en el hospital de Valme, con una brecha en la frente... parece ser que volé demasiado y rematé la cabeza contra el poste... bueno contra el pedrusco que hacía las veces de poste, claro.

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        • #5
          Re: Los Campos de mi Niñez

          Un 10 para este Post .... Es como el principio de un cuento que te relata esos maravillosos años que ha vivido uno cunado era shiquitito...Me ha encantado de la manera que lo has narrado y porque se asimila muy mucho a mi.


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