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Antonio Félix: Más que un club

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  • Antonio Félix: Más que un club

    Más que un club

    Lo que queda del Betis. Volvemos a Camus y a aquello suyo: "Todo lo que sé de la naturaleza humana se lo debo al fútbol". Lo aprendió en Argel, pero bien que podría haberlo aprendido en el Betis. Esta temporada, sin ir más lejos, el club sevillano ha ofrecido extensas y profundas lecciones sobre la naturaleza humana, especialmente sobre su carácter cambiante y vírico. Lo mejor y lo peor del hombre ha sido en verdiblanco, y en muchas ocasiones respecto del mismo hombre, intoxicado sin saberlo por la morfina de falso poder, de vacua inmortalidad, que produce el fútbol.

    Destrozado por quienes hace cuatro tardes eran sus dioses, cabe preguntarse por lo que queda del Betis. Al fin y al cabo, la vida sigue, aunque sea en el barranco a donde va a caer uno de los equipos que debiera ser más poderoso del país. Pese a la negrura que todo lo invade, pese a la petición masiva de sangre para saciar al pueblo, el Betis emite algunos signos dignos a tener en cuenta, que podrían ser el inicio del guión para su resurrección desde Segunda. En uno estarán de acuerdo: Adán. Otro gallo habría cantado si el equipo hubiera tenido desde su inicio a un portero que se viste por los pies, y no a dos caguetas. En el segundo discreparán: Calderón. Altamente vilipendiado, el entrenador merece sin embargo un debate sereno sobre su figura. A pesar de contar con los futbolistas con que cuenta, el argentino ha logrado hacer del Betis algo parecido a un equipo. Salvo en Valencia, su Betis ha competido frente a todos los rivales y en todas las circunstancias. Lo cual no quiere decir que haya ganado. El derbi europeo y la enorme grieta que les llevará a Segunda provocarán muy posiblemente su cese. Pero, cuando menos, Calderón merece que le despidan con la dignidad que él ha contribuido a devolver al Betis.

    Jordi, qué ruina. El Barcelona ganó de penalti y de Jordi. Luego iremos con lo primero. Lo segundo se ha convertido ya en tradición en este Betis: que un señor que asegura ser defensa le descuartice el partido. Entre los defectos que inicialmente le reprochamos a Calderón, el primero fue no tener el valor para quitarse de en medio a ciertos simulacros de jugadores que penaban en el Betis. Alguno le hizo directamente el trabajo, léase Verdú. Pero en general, el técnico argentino optó por la rehabilitación, por aquello de no dinamitar más un vestuario ya absolutamente incendiado. Durante un tiempo, de hecho, Calderón se colgó la medalla por devolverle la pinta de futbolistas a tipos como Didac Vila o Jordi Figueras. Al final, esa medalla ha acabado rebanándole el pescuezo.

    No es, ni mucho menos, la primera vez que Jordi le pierde el partido al Betis. Se podría decir, incluso, que ésta fue la menos nociva, con el equipo ya apenas sin posibilidades ni de milagro. Antes, este muchacho que el Betis reclutó a última (y mala) hora del verano la había liado parda ante el Rayo y el Osasuna, por recordar sus dos jornadas más memorables. Frente a su ex equipo se agachó en el descuento para regalar a Bueno el empate final. Y, de paso, le otorgó la excusa a Bosch (lean a Camus) para cortarle la cabeza a Pepe Mel. Frente al Osasuna ensayó el autogol que volvió a meterse con el Barcelona, especialidad de la casa en un chico que casi siempre llega tarde. Calderón también está aprendiendo en este negociado mucho sobre la naturaleza humana. Con Jordi se habrá enterado de cómo el hombre es lobo para el hombre.

    Pero mucho más que un club. El Barcelona ha venido representando un montón de altos valores del fútbol, éticos y estéticos. Aseguran los publicistas, que algo deben entender al respecto, que eso ha contribuido a extender su popularidad. Los niños quieren ser del Barça. Es difícil mantener eso esta temporada. En especial en este último tramo del campeonato, los errores a favor de los azulgrana son tan groseros que en algún caso deberían motivar una reacción propia de los susodichos. Tampoco serían los primeros en renunciar y advertir a un árbitro que se ha equivocado, un suponer. Si algo ha defendido el Barcelona es que no sólo ganar importa, sino ganar de una bella manera. Y lo de ahora no está nada bonito. La última la sufrió el Betis. Dos penaltitos, una falta de Busquets a Baptistao que era amarilla o roja, y que no fue nada, y ni una tarjeta a pesar de un manojo de trompazos... Lo dicho, bonito no es. Y menos para más que un club.


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