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Después de un lustro de travesía por secos eriales y batacazos continuos, una sonrisa ha aparecido en el rostro del bético, un rostro crispado por cinco continuados años de crujir de dientes. El bético ya no tiene su alma verde, sino morada por tanto palo sufrido, por tanto manque pierda roto.
Ese bético de lunas negras, tan camelado, ha vuelto a sonreír. La culpa la tiene Rafael Gordillo Vázquez. El Gordi del Polígono ha regresado a los palmerales de Heliópolis por la gracia de la señora Alaya Rodríguez, doña Mercedes, titular del Juzgado de Instrucción número 6 de Sevilla, que ha decidido que el futbolista más popular del Betis por los siglos de los siglos regente hasta nueva orden las acciones de FARUSA, que suponen el 52% del total de los títulos de la sociedad verdiblanca.
Manuel Ruiz de Lopera, que en los últimos estertores del siglo creyó ser el hombre más poderoso de Andalucía y Madrid (llegó a encararse con Manuel Chaves, antaño presidente de la Junta de Andalucía, al que amenazó con “echarle a ‘sus’ béticos”), quiso huir hacia adelante y vendió sus acciones, en un rincón y a oscuras, como si fueran relojes de contrabando. El comprador no era otro que Luis Oliver, un viejo “amigo” de Jerez y su ex alcalde, Pedro Pacheco, que todavía grita en la noche el nombre de este petimetre engominado que ahora quiere mover los hilos del sentimiento del Betis.
Pero en su toreo al alimón, don Manué y el caballerete navarro pincharon en hueso: se toparon con doña Mercedes, la Nancy de hierro (según definición de los funcionarios del Juzgado), cuyos sensuales pasos esconden un cerebro privilegiado y un corazón tan duro y escarpado como las rocas del Cabo de Gata. Su Señoría no se anda con bromas. Lo tiene todo atado y bien atado. Ha puesto las acciones del zar de pacotilla en manos de una terna de lujo: un catedrático de Derecho Mercantil (Juan Manuel Gómez Porrúa), un prestigioso economista con apellido de poeta (Luis Carlos Huidobro) y un dios con treces rayas verdes: Gordillo. Rafaé.
Gordillo y sus compañeros administradores tendrán que hablar con todas las corrientes y sensibilidades del club y, sobre todo, hacer que las ruedas de este Caballo de Troya llamado Betis se muevan


Lopera dejó el club hecho una madeja de cables y conjuras, por lo que la terna de administradores judiciales tendrá que hilar, dialogar y cortar; no se trata de tirar palante, sino de encarar la dura tarea del funambulista; Gordillo y sus compañeros administradores tendrán que hablar con todas las corrientes y sensibilidades del club y, sobre todo, hacer que las ruedas de este Caballo de Troya llamado Betis se muevan. Se muevan hacia una Junta de Accionistas, que ponga cadenas a la locura y se agarre a una brújula para salir de la oscuridad de una época marcada por egos horteras y oportunistas cargados de demagogia.
Lo primero que avisa Gordillo es que no se va a dejar dar coba. Sacará de sus bolsillos mil kilos de paciencia y hablará con todos. De los tecnicismos se encargarán los que más saben, el abogado y el economista. Él dialogará con Pepe Mel, con su compadre Roberto Ríos (ayudante del entrenador) y, por supuesto, con los jugadores del plantel. Consigna única: sacar al Betis del fango. La tarea va a ser muy dura, llena de trampas de todo tipo. Pero por este Betis herido será menester hacerlo. En el barrio del Fontanal hacen cuentas, miran legajos y rezan. Dicen que don Manué no está para nadie. Don Luí está para todos menos para los béticos, que sólo quieren ver el campo lleno de fútbol y alegría y cantar los goles de su equipo. Puede que el palco del estadio heliopolitano se abra para los que un día chorrearon sudor y sangre por las trece barras. Y puede que hasta Gordillo se baje las medias, y que su señoría sonría.