La verdad, me da igual. Acabó de llegar a casa, a estas seis y media de la noche del sábado, y no lo soporto. Hoy comimos yo (qué os importa en qué y dónde trabajo, pero sólo os diré una cosa: soy un hombre casi completo en ocupación, lugar y sueldo), comimos con mis hermanas, mi madre y mi padre, señoritas y señor exitosos, con un lugar en la vida, y comimos con mi cuñado, un buen hombre que se quedó en el enchufe y aguantar a mi hermana mayor, que le grita y le mangonea. Acabo de llegar después de medio dormirme en casa de una chica que conocí hoy, de darme palmaditas en la espalda por lo bien que me lo paso. Acabo de llegar y me pongo a leer tonterías sobre el derbi de dentro de unas horas y me sorprende, otra vez, el tonto ese de alvarado hablando sobre "el equipo más grande del sur de españa". Me pongo, otra vez, a pensar en los sevillistas que conozco, incluido mi mejor amigo, incluido mi cuñado, y en sus vidas (lo siento) monótonas y desagradables, la mayoría. Me pongo a pensar en mi vida y en la de otros verdiblancos que nos sentimos afortunados, tantos ahora, tantos en esta historia mundial de felipes gonzalez, alejandros sanz, curros romeros, antonios garridos, alejandros delmas.... La vida de ese beticismo que salió al mundo y triunfó, que salió de sevilla pensando en el mundo y no marchó de sevilla echándola de menos, que presume de una visión de la vida por encima de equipos malos y de loperas, de traiciones como el dopaje y los robos a equipos desgraciados como el pobre denia, penalti inexistente a maresca mediante.
Me digo: ¿qué demonios? ¿Tenemos que aguantar a un gafancio que ni siquiera ha sido capaz de salir del armario? No. No tengo que aguantar la guasa de nadie, porque a mis treintaypico ya he triunfado en la vida. Estoy seguro de que mi beticismo, por encima de resultados, me ha servido para que mis propios amigos sevillistas me tengan sana envidia, me digan: qué lejos estás llegando en la vida. dónde me quede. Nosotros no decimos que el beticismo sea ejemplo de sevilllanía, ni siquiera de que la giralda esté orgullosa de ver a nuestro equipo jugar. Ni de familias verdiblancas. No lo decimos, y menos después de haber posado delante del mural de nervión y de decir que "nuestro padre nos enseñó a ser cerdillistas". Nosotros no conocemos la traición, ni acuñamos nuestro grito de guerra hace 15 años, tiene 70, años de tercera división. Nosotros tenemos poesía, siempre nos importó, mucho más que el resultado, la manera en conseguir el éxito, la integridad. Sigamos así, señores, nosotros, la mayoría. No os rindáis a tener éxitos con el fútbol (cada 60 años), a que la desgracia de vuestras insulsas vidas quede colmada por el resultado, más o menos bueno, más o menos dopado, más o menos lamentable, de vuestro equipo.
Ojalá gane el Betis hoy, sí. Y no por mí, sino para que esos pobrecitos de blanquirrojo se den cuenta de que la vida, toda la vida, es mucho más importante que el resultado de un equipo de fútbol. Para que no nos sigan teniendo envidia.
Me digo: ¿qué demonios? ¿Tenemos que aguantar a un gafancio que ni siquiera ha sido capaz de salir del armario? No. No tengo que aguantar la guasa de nadie, porque a mis treintaypico ya he triunfado en la vida. Estoy seguro de que mi beticismo, por encima de resultados, me ha servido para que mis propios amigos sevillistas me tengan sana envidia, me digan: qué lejos estás llegando en la vida. dónde me quede. Nosotros no decimos que el beticismo sea ejemplo de sevilllanía, ni siquiera de que la giralda esté orgullosa de ver a nuestro equipo jugar. Ni de familias verdiblancas. No lo decimos, y menos después de haber posado delante del mural de nervión y de decir que "nuestro padre nos enseñó a ser cerdillistas". Nosotros no conocemos la traición, ni acuñamos nuestro grito de guerra hace 15 años, tiene 70, años de tercera división. Nosotros tenemos poesía, siempre nos importó, mucho más que el resultado, la manera en conseguir el éxito, la integridad. Sigamos así, señores, nosotros, la mayoría. No os rindáis a tener éxitos con el fútbol (cada 60 años), a que la desgracia de vuestras insulsas vidas quede colmada por el resultado, más o menos bueno, más o menos dopado, más o menos lamentable, de vuestro equipo.
Ojalá gane el Betis hoy, sí. Y no por mí, sino para que esos pobrecitos de blanquirrojo se den cuenta de que la vida, toda la vida, es mucho más importante que el resultado de un equipo de fútbol. Para que no nos sigan teniendo envidia.
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