Locos de la cabeza
En la cola del Betis de los 45.000 socios espera su turno para la gloria un hombre de ley
Dicen que estamos locos de la cabeza. Después de dos décadas de secuestro, de un lustro de inestabilidad, de un tortuoso camino de frustraciones, el Real Betis Balompié ha batido su récord de abonados y se ha convertido en el club andaluz con mayor número de socios de la historia. En una temporada sin competición europea, sin aspiraciones utópicas y sin Ceballos. Porque el Betis es la máxima expresión de la esperanza cotidiana. Ése es su gran valor: la invencible expectación que genera, capaz de derrotar a la derrota y al derrotismo mismo. El verdadero tesoro bético es su gigántea capacidad para fabricar ilusión. El Betis es el clavo ardiendo al que se agarra nuestra rutina. Es una escuela de vida. Yo aprendí eso viendo los partidos en los ojillos húmedos de José y lo estoy confirmando ahora escuchando las lamentaciones en los labios de mi niño. De padres a hijos, de abuelos a nietos. Lo que dijo Manolo Ramírez -¿cómo puedo decirte, maestro, lo que te echamos de menos?- es la esencia del misterio bético, su espina dorsal, su célula madre. El Betis es una inmensa cadena de manos apretadas que va transmitiendo, como por corriente eléctrica, una extraña pasión inexplicable que, paradójicamente, nos explica el mundo. Los béticos tenemos la ventaja de saber ganar mejor que nadie, sin soberbia, porque hemos demostrado que sabemos perder con orgullo. Y atesoramos además una de las grandes virtudes de Sevilla: sabemos esperar. Nunca tenemos prisa para lo bueno. Ahí radica nuestra fortaleza, en nuestra desesperante paciencia salvaje, irracional, pura, inexpugnable. ¿Quién puede derrotar a quien no va a cansarse nunca?
Hemos superado años nefastos que la historia ponderará con justicia. Años de debilidad en los que hemos sido vejados en una insoportable campaña de desprestigio que tiene nombres y apellidos. Conviene no olvidarlo. Gente que ha defendido a un déspota antes que a la institución social más representativa de la ciudad. Voceros de un vampiro que nos sacó la sangre y que, por cierto, ha firmado con gozo el acuerdo extrajudicial que por fin libera al Betis. Aclaro esto último porque todavía hay quienes intentan vender que el proceso penal a Lopera era una falsa coartada para echarlo. Su rúbrica en la notaría lo desmiente. Firmó porque era lo mejor para él. Y para todos. Porque ahora ya no hay excusa societaria que esgrimir. El Betis no ha salido de la UVI, sino de la cárcel. Y ahora tiene colas alrededor del cuarto estadio de España, sin haber hecho nada en el césped que merezca la pena, porque la gente se siente libre. Éste es el dato más relevante de su historia reciente: el Real Betis Balompié ha conseguido derrocar a Lopera sin hacer sangre. Ha conquistado su libertad sin dejar muertos. Tal es su potencia. Y yo me descubro ahora mismo ante una de las personas que más ha expuesto en esta hazaña: Adolfo Cuéllar. Un loco de la cabeza.
El tiempo, que para los béticos no es un plazo, sino una esperanza, lo espera en la cola de los 45.000 socios a sabiendas de que para sentarse en el templo hay que tener paciencia. Lo digo con la mano en las trece barras: gracias, Adolfo. Y viva el Betis.
Alberto García Reyes
http://sevilla.abc.es/deportes/alfin...501845270.html
En la cola del Betis de los 45.000 socios espera su turno para la gloria un hombre de ley
Dicen que estamos locos de la cabeza. Después de dos décadas de secuestro, de un lustro de inestabilidad, de un tortuoso camino de frustraciones, el Real Betis Balompié ha batido su récord de abonados y se ha convertido en el club andaluz con mayor número de socios de la historia. En una temporada sin competición europea, sin aspiraciones utópicas y sin Ceballos. Porque el Betis es la máxima expresión de la esperanza cotidiana. Ése es su gran valor: la invencible expectación que genera, capaz de derrotar a la derrota y al derrotismo mismo. El verdadero tesoro bético es su gigántea capacidad para fabricar ilusión. El Betis es el clavo ardiendo al que se agarra nuestra rutina. Es una escuela de vida. Yo aprendí eso viendo los partidos en los ojillos húmedos de José y lo estoy confirmando ahora escuchando las lamentaciones en los labios de mi niño. De padres a hijos, de abuelos a nietos. Lo que dijo Manolo Ramírez -¿cómo puedo decirte, maestro, lo que te echamos de menos?- es la esencia del misterio bético, su espina dorsal, su célula madre. El Betis es una inmensa cadena de manos apretadas que va transmitiendo, como por corriente eléctrica, una extraña pasión inexplicable que, paradójicamente, nos explica el mundo. Los béticos tenemos la ventaja de saber ganar mejor que nadie, sin soberbia, porque hemos demostrado que sabemos perder con orgullo. Y atesoramos además una de las grandes virtudes de Sevilla: sabemos esperar. Nunca tenemos prisa para lo bueno. Ahí radica nuestra fortaleza, en nuestra desesperante paciencia salvaje, irracional, pura, inexpugnable. ¿Quién puede derrotar a quien no va a cansarse nunca?
Hemos superado años nefastos que la historia ponderará con justicia. Años de debilidad en los que hemos sido vejados en una insoportable campaña de desprestigio que tiene nombres y apellidos. Conviene no olvidarlo. Gente que ha defendido a un déspota antes que a la institución social más representativa de la ciudad. Voceros de un vampiro que nos sacó la sangre y que, por cierto, ha firmado con gozo el acuerdo extrajudicial que por fin libera al Betis. Aclaro esto último porque todavía hay quienes intentan vender que el proceso penal a Lopera era una falsa coartada para echarlo. Su rúbrica en la notaría lo desmiente. Firmó porque era lo mejor para él. Y para todos. Porque ahora ya no hay excusa societaria que esgrimir. El Betis no ha salido de la UVI, sino de la cárcel. Y ahora tiene colas alrededor del cuarto estadio de España, sin haber hecho nada en el césped que merezca la pena, porque la gente se siente libre. Éste es el dato más relevante de su historia reciente: el Real Betis Balompié ha conseguido derrocar a Lopera sin hacer sangre. Ha conquistado su libertad sin dejar muertos. Tal es su potencia. Y yo me descubro ahora mismo ante una de las personas que más ha expuesto en esta hazaña: Adolfo Cuéllar. Un loco de la cabeza.
El tiempo, que para los béticos no es un plazo, sino una esperanza, lo espera en la cola de los 45.000 socios a sabiendas de que para sentarse en el templo hay que tener paciencia. Lo digo con la mano en las trece barras: gracias, Adolfo. Y viva el Betis.
Alberto García Reyes
http://sevilla.abc.es/deportes/alfin...501845270.html
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