Sr. presidente: Ruégole me permita exteriorizar mi inmensa alegría, mi más profunda satisfacción, por presenciar el momento más deseado de mis últimos años, ver al club de mi vida, el Real Betis Balompié, libre para siempre de quien durante muchos años, nada menos que 18, lo ha utilizado a su antojo para conseguir hacerle todo el daño posible. Le ha faltado muy poco para conseguir su destrucción total, pero algún día tenía que llegar la hora de su liberación y, gracias a Dios, llegó. Bendita sea la hora en la que se designó a una juez que supo aplicar la ley con el mayor rigor posible.

No cabe duda, señor presidente, de que los consejeros también se han visto liberados del mismo sistema dictarorial que el propio club. Hoy, afortunadamente, pueden continuar rigiendo sus destinos con la mayor libertad y supongo que los acuerdos serán todos por mayoría, no como antes. Lo que no acierto a comprender es cómo lo pudieron soportar durante tantos años. Nunca lo he podido comprender.

He tenido que meditar mucho antes de decidirme a escribir esta carta. Pienso que si no lo hago yo, no lo hace nadie, y entiendo y espero que me comprendan, pues han pasado cosas que no se pueden permitir. Quiero suplicarle al presidente y a los consejeros que den una prueba de buena voluntad y que podamos confiar en que todo debe hacerse con la mejor fe.

Entiendo que una de las primeras decisiones que habría que adoptar es la de restituir en el lugar que le corresponde en el estadio, como ex presidente del club, el nombre de don Hugo Galera Davidson, que por derecho propio debe figurar con los que ya están. Tengan la plena seguridad de que esto sería muy bien acogido por toda la gran familia bética, la más fiel y leal del mundo y la que está dispuesta a renovar su abono para la próxima temporada. Posiblemente, ocupando la casi totalidad del aforo de nuestro estadio.

Otra de las más importantes decisiones que hay que tomar, si fuera posible en la próxima Asamblea General de accionistas, es cambiar el nombre de nuestro estadio por el de Benito Villamarín, el único presidente que se preocupó de dejar al club un importante patrimonio. De ello doy fe.

Quiero que me comprendan, pues me conocen perfectamente bien y saben que he dedicado la mayor parte de mi vida al club al que adoro y al que pertenezco desde los 16 años; ahora tengo 96. Son 80 años vinculado a uno de los clubes con mayor historia y creo que mis consejos pueden ser de utilidad. Por eso les voy a solicitar que no vuelva a ocurrir en la asamblea de agosto lo que ya era una norma obligada por el que la imponía, pues sólo podían estar presentes aquellos que acreditaban un número mínimo de acciones. Espero que no se permita la presencia en el acto de ninguna persona que impidiera la correcta celebración de la asamblea. Eso tiene que desaparecer para la eternidad.

Ignoro la duración del mandato del consejo de administración en las actuales circunstancias, pero en el caso de que pueda continuar durante algún tiempo, me va a permitir que le sugiera algo que considero de gran interés:

1. Pienso que deberían cesar a algunos de los actuales consejeros. Podría facilitar nombres, algunos de los más modernos y otros de los más pioneros que en nada favorecieron la marcha del club, pero me abstengo.

2. Estos ceses que propongo deberían ser sustituidos por miembros de plataformas como Fundación Heliópolis, Por Nuestro Betis, Béticos por el Villamarín y de todas aquellas que se consideren de interés.

3. Sería muy importante que colaborasen personas que tanto se han preocupado por conseguir la actual situación libre de nuestro Real Betis Balompié.

4. Ha llegado el momento de que todos hagamos cuanto sea posible para que nuestro club recupere el prestigio, la grandeza y la arrolladora simpatía que siempre ha despertado.

Presidente, espero y deseo que el contenido de esta sencilla carta no produzca ningún malestar en el consejo. Lo he hecho con el mayor cariño y mi mejor deseo de prestar un nuevo servicio a mi club, al que espero seguir sirviendo hasta el día en que ofrezca mi último suspiro.

Sólo me resta solicitarle un señaladísimo favor: que me fuera remitida la carta para poder abonarme mediante La Caixa. Hasta ahora no han llegado la que figura a mi nombre ni la de mi bisnieto, Agustín Hernández Jaramillo, socio desde el mismo día que nació, 7 de octubre de 1990.

Les deseo los mayores aciertos, afectuosamente.