"Mis amigos me insultan llamándome periodista. Me parece bien. Peores son los periodistas que te llaman amigo.
Se habla mucho del hincha que quiere que pierdan otros equipos, un sentimiento natural y honesto aunque quizás algo patético, pero siempre comprensible y casi siempre inofensivo, y se habla poco del hincha que quiere que pierda su propio equipo, un ser contaminante de veras.
Quiere que pierda su equipo porque guarda algún interés mayor o simplemente por tener razón, o porque no sabe vivir de otra manera. Es el hincha incansable que ni vive ni deja vivir, al que nunca le faltan peros: si se pierde es el fin del mundo, si se empata se debería haber ganado, si se gana se debería haber jugado más bonito y si se juega bonito el equipo es demasiado blando. Ni siquiera aspira a la quimera de la perfección porque la perfección no existe en su cabeza. Si se gana una cosa se debería haber ganado dos y si se ganan dos se debería haber ganado tres, y así hasta el infinito.
No suele además tener pinta de ser igual de exigente con su propia vida. Se conforma con amargarnos a los demás la nuestra. Cuando falla el pronóstico se escurre entre la multitud mascullando en vano, y cuando acierta te lo recuerda, por supuesto, de lo más pesado."
Enrique Ballester.
Se habla mucho del hincha que quiere que pierdan otros equipos, un sentimiento natural y honesto aunque quizás algo patético, pero siempre comprensible y casi siempre inofensivo, y se habla poco del hincha que quiere que pierda su propio equipo, un ser contaminante de veras.
Quiere que pierda su equipo porque guarda algún interés mayor o simplemente por tener razón, o porque no sabe vivir de otra manera. Es el hincha incansable que ni vive ni deja vivir, al que nunca le faltan peros: si se pierde es el fin del mundo, si se empata se debería haber ganado, si se gana se debería haber jugado más bonito y si se juega bonito el equipo es demasiado blando. Ni siquiera aspira a la quimera de la perfección porque la perfección no existe en su cabeza. Si se gana una cosa se debería haber ganado dos y si se ganan dos se debería haber ganado tres, y así hasta el infinito.
No suele además tener pinta de ser igual de exigente con su propia vida. Se conforma con amargarnos a los demás la nuestra. Cuando falla el pronóstico se escurre entre la multitud mascullando en vano, y cuando acierta te lo recuerda, por supuesto, de lo más pesado."
Enrique Ballester.
Comentario