Coges al Betis y el primer año lo metes en UEFA, recuperas a Joaquín, llenas el equipo de canteranos, haces un fútbol muy vistoso, ganas en el Bernabéu y los chicos le meten cinco al Sevilla en el Pizjuán.
Teníamos un equipo muy bueno, aunque en algún momento tuvimos que recurrir a chavales de abajo, sí, básicamente porque eran aún mejores. El primer año entramos en UEFA, que fue un éxito rotundo, y el segundo íbamos bastante bien pero el problema en Sevilla es que hay un sector de la prensa muy complicado.
¿Por qué se ponen tan visceralmente en tu contra?
Pues creo que todo empezó con unas tertulias que hacen como a mitad de año, que yo fui y hablé demasiado directo. Había un periodista que me ponía a caldo, que me criticaba todo el rato porque dábamos demasiados pases y ya le dije: «Mira, es que el fútbol hay que entenderlo» y se puso a la defensiva: «¿Qué insinúas, que llevo treinta años haciendo las crónicas y no entiendo de fútbol?». Me recordó a una cosa que decía Javi Clemente cuando estaba en Lezama: en la parte de atrás, tras una valla, había un prado con unas vacas pastando. Cuando Clemente quería demostrarle a alguien que no tenía ni idea de fútbol, le decía: «Mira, esas vacas llevan cuarenta años viendo cómo los jugadores de Lezama tiran el balón al otro lado de la valla, y en cuarenta años ninguna ha sido capaz de devolver un balón para acá» (risas). Se lo dije así, que el fútbol parece muy sencillo, pero es muy complejo. Yo llevo cuarenta años jugándolo y estudiándolo y hay muchísimas cosas que se me escapan. Lo que pasa es que igual me equivoco menos que tú, que crees que sabes y no. A partir de ahí, empezaron a tirarme a degüello.
En tu segunda temporada, dejas al Betis a tres puntos de la UEFA otra vez y ganas en el Bernabéu y en el Camp Nou (3-4 con un excelente Lo Celso), ¿crees que no se valoró lo suficiente el mérito de todo aquello?
Mira, por todo eso estoy tan encantado de estar aquí retirado, porque ya acabas un poco harto de estar defendiendo todo el rato lo que estás haciendo. No ya por los resultados, sino por la sensación de tener que estar defendiendo lo que estás haciendo TODOS LOS DÍAS. Si es que yo he hecho lo mismo cuando he ganado y cuando he perdido. No te pienses que es que yo cambio según el rival. Es posible que en muchos partidos me haya equivocado en el planteamiento. Lo reconoces y no pasa nada. Lo asumes, te lo comes y ya está. Pero no puede ser que esté defendiendo todos los días lo que estoy haciendo cuando siempre es lo mismo.
Te acaba agotando.
Claro, y es que, además, la prensa tampoco se enfrenta a ti directamente. Me acuerdo de que iba a las ruedas de prensa los días que perdía y había veinte personas. Me ponían a uno ahí enfrente y a lo mejor te decía: «¿No sientes que has hecho el ridículo hoy con el equipo y que deberías dimitir?» y nada más decirte eso, se daba la vuelta y empezaba a hablar por teléfono tan tranquilamente. Están deseando que pierdas los nervios para que se monte el Cristo, así que tienes que hilar muy fino a ver qué dices para que luego no hagan una montaña de una chorrada. Y cuando pasan los años y ves que esto te pasa un montón de veces, pues al final dices: «No». Que es verdad que hay otros periodistas que da gusto hablar con ellos, gente respetuosa como la de antes y no la «salsa rosa» de ahora, pero en general acabas bastante harto.
Teníamos un equipo muy bueno, aunque en algún momento tuvimos que recurrir a chavales de abajo, sí, básicamente porque eran aún mejores. El primer año entramos en UEFA, que fue un éxito rotundo, y el segundo íbamos bastante bien pero el problema en Sevilla es que hay un sector de la prensa muy complicado.
¿Por qué se ponen tan visceralmente en tu contra?
Pues creo que todo empezó con unas tertulias que hacen como a mitad de año, que yo fui y hablé demasiado directo. Había un periodista que me ponía a caldo, que me criticaba todo el rato porque dábamos demasiados pases y ya le dije: «Mira, es que el fútbol hay que entenderlo» y se puso a la defensiva: «¿Qué insinúas, que llevo treinta años haciendo las crónicas y no entiendo de fútbol?». Me recordó a una cosa que decía Javi Clemente cuando estaba en Lezama: en la parte de atrás, tras una valla, había un prado con unas vacas pastando. Cuando Clemente quería demostrarle a alguien que no tenía ni idea de fútbol, le decía: «Mira, esas vacas llevan cuarenta años viendo cómo los jugadores de Lezama tiran el balón al otro lado de la valla, y en cuarenta años ninguna ha sido capaz de devolver un balón para acá» (risas). Se lo dije así, que el fútbol parece muy sencillo, pero es muy complejo. Yo llevo cuarenta años jugándolo y estudiándolo y hay muchísimas cosas que se me escapan. Lo que pasa es que igual me equivoco menos que tú, que crees que sabes y no. A partir de ahí, empezaron a tirarme a degüello.
En tu segunda temporada, dejas al Betis a tres puntos de la UEFA otra vez y ganas en el Bernabéu y en el Camp Nou (3-4 con un excelente Lo Celso), ¿crees que no se valoró lo suficiente el mérito de todo aquello?
Mira, por todo eso estoy tan encantado de estar aquí retirado, porque ya acabas un poco harto de estar defendiendo todo el rato lo que estás haciendo. No ya por los resultados, sino por la sensación de tener que estar defendiendo lo que estás haciendo TODOS LOS DÍAS. Si es que yo he hecho lo mismo cuando he ganado y cuando he perdido. No te pienses que es que yo cambio según el rival. Es posible que en muchos partidos me haya equivocado en el planteamiento. Lo reconoces y no pasa nada. Lo asumes, te lo comes y ya está. Pero no puede ser que esté defendiendo todos los días lo que estoy haciendo cuando siempre es lo mismo.
Te acaba agotando.
Claro, y es que, además, la prensa tampoco se enfrenta a ti directamente. Me acuerdo de que iba a las ruedas de prensa los días que perdía y había veinte personas. Me ponían a uno ahí enfrente y a lo mejor te decía: «¿No sientes que has hecho el ridículo hoy con el equipo y que deberías dimitir?» y nada más decirte eso, se daba la vuelta y empezaba a hablar por teléfono tan tranquilamente. Están deseando que pierdas los nervios para que se monte el Cristo, así que tienes que hilar muy fino a ver qué dices para que luego no hagan una montaña de una chorrada. Y cuando pasan los años y ves que esto te pasa un montón de veces, pues al final dices: «No». Que es verdad que hay otros periodistas que da gusto hablar con ellos, gente respetuosa como la de antes y no la «salsa rosa» de ahora, pero en general acabas bastante harto.
Dejar un comentario: