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Sevilla, al sol

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  • Sevilla, al sol

    Comparto este enlace sobre cómo Sevilla lleva viviendo demasiado tiempo de espaldas a la esencia de lo que debería ser, o al menos a una parte de ella.

    Plaza de Armas: nunca más


    Las fauces indolentes de la ciudad se lo tragan todo sin el mínimo carraspeo. Es una marca de la casa, una seña de identidad, un timbre vergonzoso en la heráldica apócrifa. Las tragaderas de Sevilla son colosales. Pueden con todo. Hemos estado 25 años sufriendo un espacio duro como la Plaza de Armas, sobre el que han tenido proyectos e iniciativas todos los alcaldes desde Manuel del Valle, que dejó de serlo en 1991.

    Torres de nueve plantas, mercado de las flores, piscinas fluviales en el tramo más próximo de la margen del río para, al final, quedar como la ciudad dócil e incapaz de pegar un grito de indignación. Un aldabonazo. Un basta ya. El cementazo de la Plaza de Armas ha hecho sus bodas de plata en Sevilla hasta que, por fin, se ha aliviado un espacio urbano por iniciativa de Adif y Mercadona. La lista negra de los espacios duros de la ciudad se reduce, pero con una cadencia muy lenta. Parsimoniosa.
    Dice Juan Espadas que la inclusión de las cláusulas sociales en los contratos del Ayuntamiento hubiera sido motivo de apertura de los telediarios nacionales si se tratara de Madrid o Barcelona, pero como esta apuesta innovadora ha sido en Sevilla, nadie nos ha dado ni un segundo en los medios de comunicación generalistas. Pues claro, señor alcalde, pues claro. La gran novedad que nos hubiera hecho entrar de cabeza en los telediarios es que usted hubiera aplicado la cláusula de la sombra, la de las fuentes de agua y la de la vegetación en los contratos de reurbanizacion de calles y plazas. La cláusula Figueroa, en homenaje a don Enrique. Ni una plaza a la intemperie, ni una plaza sin plátanos de sombra en la ciudad del calor seis meses al año. Los urbanistas han tratado a Sevilla en los últimos veinticinco años como si esto fuera Vitoria o Santander. Se ve en la capital, en la explanada de Santa Justa o Bami, y se ve en los tejados de muchas casas del Aljarafe. No nos enteramos de que el trazado urbano idóneo para nuestro clima es el que nos legaron los musulmanes: calles estrechas, culto por el agua, obsesión por la sombra. Eso sí que era un concepto de ciudad habitable. No sé si Juan Espadas llevará el tranvía a Santa Justa, pero casi podríamos conformarnos con que nos dejara una ciudad con más sombra de la que había cuando cogió el bastón de mando, una ciudad más amable para los desplazamientos a pie de abril a octubre, con menos espacios inhóspitos marcados por esos hierros y pizarras chorreados tan del gusto de los arquitectos de hoy. No sé si conseguirá el desbloqueo de las Atarazanas, la inauguración del Museo Bellver o la defensa de los negocios tradicionales para que no caigan ante el pelotón de fusilamiento de las franquicias, pero tal vez bastara con que se pudiera pasear por Sevilla con más facilidad que cuando accedió al cargo. Al fin y al cabo, somos conformistas. Nos vale con poco. Tenemos las plazas que nos merecemos, los políticos que nos merecemos y hasta los bares que nos merecemos. En Sevilla, no sólo estamos los lunes al sol. En la Plaza de Armas hemos estado veinticinco años al sol. Y bien callados. Así somos.

    http://www.diariodesevilla.es/sevilla/Plaza-Armas_0_1091291521.html

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