Esto es lo que hay. La recontracrónica tras el 0-1 de Girona

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Pocas veces te vas a encontrar a alguien que te defienda en el negocio que te has metido. Desde chiquitito habrás comprobado como había padres que se alegraban si un compañero se lesionaba porque así jugaba su hijo. El romanticismo también se pierde pronto en los equipos de cantera punteros. Se aprende a sobrevivir y muchísimo mejores jugadores que tú están ahora de encofradores, de taxistas o de carniceros porque el talento debe tener detrás otras cualidades, que van desde familiares centrados hasta esa cabeza para soportar tensión, físico y, por supuesto, la fama y el dinero.

Por eso, porque pocas veces se encuentra quien te defienda en esto del fútbol hay que saber guardarla y devolverla cual cadena de favores cuando algún compañero tenga lo que tú tuviste, el dedo señalador de unos cuantos a los que fácilmente sigue la marea. En el éxito verás que todos somos tus amigos, en las horas bajas el futbolista tiene que agarrarse a sí mismo y los suyos.

Nadie sabe qué pasará ya el próximo domingo, sólo se escuchará el runrún de las alineaciones, las ficticias y las justificadas, en las que todos somos entrenadores y sólo uno Setién.

Ojalá caigan otros tres puntos el domingo. Se necesitan, pero en esta liga que un Getafe mete dos a quien mete tres al Madrid, donde un Levante que nos hizo tres está en puestos de descenso, el Girona venía de sonrojar al Barsa y los grandes no parecen tan grandes, la diferencia la puede marcar un paradón de Pau o un pasa de Francis. Y ayer pasaron ambas cosas.