Iba camino del Villamarín como voy a estos partidos, a echarlas a suertes, con miedo entreverao en mi beticismo. La riada bética me dejó asombrado, era algo enorme, la calle llena de béticos buscando su última cerveza, el camino a la cola, las escaleras a voladizo. Pero había otras caras, no la mía, sino las caras de que todo era posible.
Y así transcurrió el partido, todo era posible, incluso con e VAR por delante.
Otros ya en esta página hablan de fútbol de forma más apropiada que la mía. Yo soy de fijarme en la grada, de ver los detalles, de rebuscar en la multitud y sentir las ganas de derbi.
Quizá por eso me quedé con un detalle de muchos, cuando salió Joaquín, Guardado fue rápidamente a darle el brazalete y Joaquín, se negó. «El brazalete pa tí» parecía decirle. Y eso es un capitán, el que empuja con los suyos y no se sube al carro para obligar a los suyos a empujarle.
Quizá sea de esos que cree que con chistes también se construye un equipo, con buen ambiente también se llega al esfuerzo máximo, con compañerismo también se mete el pié un centímetro más para rebañar ese balón que pueda ser nuestro gol.
Son detalles, esos que son como las hebras de la telaraña bética, casi imperceptibles pero sujetan al conjunto. Lo hacen más fuerte.
