Cachitos Betis

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Cachitos es un programa de la 2 que me gusta, se agarra a la nostalgia para recordarnos de dónde venimos. Uno, con los años, gusta de pasar el año nuevo, después del desayuno tardío, rescatando estos programas, imaginándolos extrapolados a otros aspectos de mi vida. Y como aquí hablamos del Betis, me gusta pensar en el Cachitos Betis.

Obviando las virales profecías que hacen coincidir nuestros títulos con las copas del Betis, me gusta pensar que en mi Cachitos Betis aparecería Deportes la Paloma, donde a finales de los 70 comprábamos las camisetas de algodón verdiblancas a las que nuestras madres cosían los números de lona. 

También aquel televisor de dos cadenas en blanco y negro en el que ví levantar a Esnaola los brazos después de pararle el penalti más bético de todos los tiempos a Iríbar.

La enorme bandera que Manolo Pérez, con otros muchos béticos, sujetaban por fuera del Autobús de los Amarillos articulado viniendo de Bellavista es otra imagen, cuando todavía los Bermejales era un trigal y pasábamos delante de los cuarteles donde los soldados hacían guardia frente a La Recua. O aquella Venta Marcelino donde el café de antes del partido era un ritual.

Cachitos Betis me recuerda a las fiestas de fin de año en la Peña Blanco y Verde de Bellavista, en la planta de arriba, con tantos detalles que los niños disfrutaban como lo que eran, como enanos.

Mi Cachitos Betis tiene incrustada en la memoria la caricia de Serra a Finidi en la final del Bernabeu. 

O los momentos que cada bético tiene marcados, como por ejemplo cuando he llevado a mis hijos por primera vez, cuando sorprendí a un amigo alemán pensando que íbamos a una peña y aparecimos en el Villamarín para ver a ese Betis de los últimos años de Lopera.

Mi Cachitos Betis tiene mucho de Centenario, donde aprendí muchísimo de historia, una historia que estaba siendo bamboleada y que se ha mantenido viva y muy viva precisamente por los béticos que luchan por ella. También tiene tintes de acciones, de sociedad anónima deportiva en esa trampa llamada ley del deporte que tanto daño ha hecho al fútbol de los aficionados, al de los abuelos y nietos, al de los amigos hechos a base de compartir fríos asientos de plástico.

Será el nuevo año que siguen incorporándose recuerdos, como los de las lágrimas de los béticos viejos en La Cartuja, gestas deportivas y detalles humanos que hacen que el fútbol sea más que eso si detrás hay un cachito de Betis.